“No puedo decirles “Tengan cuidado”. Es esa sensación de no sentirse seguro en ninguna parte de esta ciudad, de este país. Eso siento. Un desasosiego y un agotamiento tremendo de este territorio que nos tocó habitar. Como dice Héctor Abad, ¡qué ganas de irse!”. Es el testimonio de uno de los propietarios de un apartamento de un edificio, ubicado en la calle 118 con carrera 20, en la localidad de Usaquén al norte de Bogotá, víctima de un asalto masivo el viernes en la noche.
Paradójicamente, en junio del año pasado, a pocos metros de ese edificio, en la calle 118 con carrera 21. sucedió lo mismo. Un grupo de asaltantes llegó al edificio en dos vehículos de alta gama y dos motocicletas. Allí cerca de diez hombres y mujeres entraron al edificio armados, de inmediato amordazaron a algunos residentes y hurtaron varios apartamentos.
En las últimas semanas se volvieron a registrar nuevos asaltos en el sector. En un barrio en donde viven profesionales, directivos de empresas, jubilados, entre otras personas, con capacidad económica.
La historia se repite una y otra vez. La policía del sector, pese a que muy cerca hay un CAI, responde con amabilidad a los llamados de la ciudadanía, pero lo evidente es que no hay resultados contra las bandas de delincuentes que, según hipótesis de vecinos del sector y expertos en seguridad, es como si tuvieran de caja, los edificios de la zona, estrato seis.
“Amordazaron y amarraron a los propietarios de dos apartamentos; una pareja, y una señora separada. Yo, de pura suerte, no estaba porque a un familiar lo operaron ayer. Pero de solo imaginar que mi hijo o yo hubiéramos podido estar ahí, estoy en shock. Amenazaron a mis vecinos con que si llamaban a la policía, ellos mismos regresarían con la Fuerza Pública para matarlos pues, decían, la policía era cómplice”, señala otro habitante del edificio; vecinos que prefieren no dar su nombre por temor a represalias.
Y es que mientras varios habitantes del edificio, del sector, así como millones de bogotanos iniciaban el puente festivo, la banda ya tenía todo listo, para asestar en fin de semana.
El viernes hacia las 8pm, empezaron a actuar. Varios hombres que, según la autoridades venían de Ciudad Bolívar, llegaron al sector en dos vehículos marca Mercedes Benz y Mazda y merodearon el edificio. Allí empezaron a rondar la zona y se ubicaron en calles diferentes.
Al momento comenzó el operativo delictual. Una señora elegante llegó a la recepción del edificio preguntado por una dirección. El vigilante se distrajo y respondió a su inquietud.
Simultáneamente, cuatro hombres, bajaron de los carros y entraron por un edificio en construcción. Pasaron a la terraza. Ubicaron luego las rejillas de los baños del edificio contigüo. Las rompieron y entraron en el edificio.
Una operación planeada con anticipación y, según expertos en seguridad, que denota el conocimiento que la banda, no solo tiene del sector sino de cada uno de los edificios.
Minutos después comenzaron a entrar a cada uno de los apartamentos. Armados hasta los dientes sorprendieron a los habitantes del edificio. Tuvieron tiempo para amordazarlos, amarrarlos, intimidarlos y obligarlos a entregar los objetos de mayor valor.
Común denominador, dinero en efectivo, joyas y algunos computadores portátiles. Una noche de horror. Tres de siete apartamentos robados en un asalto que duró cerca de dos horas.
Al primer apartamento, mientras sus dueños pedían piedad para que no les hicieran nada, les ordenaron abrir la caja fuerte. Se llevaron $22.000.000 en efectivo, otros $50.000.000 en joyas y un computador.
Luego pasaron a un segundo apartamento. Allí una mujer sola e indefensa los recibió en medio del pánico. El botín fue dinero y joyas. También fue amordazada y amarrada.
El ‘tour’ del hurto continuó en un tercer apartamento. Allí no había nadie porque sus habitantes estaban en una clínica ayudando a un familiar convaleciente.
“Dejaron el apartamento patas arriba y se robaron todas mis joyas de oro, dólares y euros. Pero yo no estaba, y eso, en realidad, fue una suerte. Lo material se recupera. Solo quiero que los capturen porque nadie merece que le violenten de esa forma, el espacio y la intimidad”, aseguró otra de las víctimas del asalto.
Tras cerca de dos horas en el asalto, los cuatro hombres que ingresaron al edificio salieron de la misma forma con los bolsillos llenos. Por una de las rejillas de los baños de un apartamento y luego a la terraza. Pasaron al edificio en construcción de lado y llegaron a la calle nuevamente donde los esperaban los dos vehículos.
Entretanto, como pudo, uno de los habitantes del edificio que fue amordazado y atado se soltó. En medio del pánico, llamó al vigilante, a sus familiares, a los vecinos, a la policía. Todo fue impotencia, varios de los que disfrutaban el puente regresaron de inmediato.
Hacia las 11pm llegó la policía local. Desde los patrulleros del frente de seguridad del barrio, Bohórquez y Barragán. Luego el comandante del CAI John Peña. También el comandante de la estación de Usaquén.
La policia judicial tomó huellas y declaraciones. Se llevaron las grabaciones de las cámaras del edificio. Los asaltantes iban con la cara tapada y guantes. Jóvenes, colombianos, blancos y delgados, fue lo único que los vecinas alcanzaron a ver.
Un sentimiento de impotencia e impunidad ronda a los habitantes de este exclusivo sector del norte de Bogotá. Desde hace más de un año son víctimas de la inseguridad. La historia de repite mes a mes. Por ello, claman mayor vigilancia por parte de las autoridades, justicia ante las bandas de asaltantes y tranquilidad a la hora de dejar solos sus apartamentos.
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