Por Carlos Pérez, médico infectólogo
Hay una lógica en las pandemia para que sucedan, la aceleración de los casos y la consecuente aumento en el número de muertes que existan. En concreto, estas variables son el número alto de personas susceptibles, la circulación viral activa, la falta de tratamiento efectivo, la interacción humana y la tasa de vacunación con baja cobertura y lenta.
Los tres primeros puntos no se han modificado en el tiempo y el cuarto lo determina nuestro comportamiento y puede modificar en esta ecuación. Pero definitivamente no aprendimos en este año de sufrimiento.
Cuando se realizan reuniones, fiestas y parrandas se incrementan los casos. Los picos no suceden necesariamente por las actividades laborales, comerciales básicas, ni educativas.
Son las actividades de la extralaborales y curriculares que llevan a las olas de casos. Los ciudadanos lo sabemos, lo advertimos, lo anticipamos y no cambiamos. Nos creemos que podemos ser invulnerables y el virus nos demuestra que todos somos susceptibles. Es agotador estar encerrado y limitado en las actividades cotidianas pero estar con oxigeno o con un ventilador mecánico para poder respirar no tiene comparación.
Como médico y para cada persona que trabaja en salud deprime que mientras se lucha por cada vida de una persona con Covid-19, la gente siga descontrolada en su comportamiento y luego termine en un hospital culpando al sistema de salud o a los médicos de la situación cuando realmente el culpable del contagio es la irresponsabilidad de la persona que lo infectó en la casa.
Debemos entender que cuando una persona se infecta es por que tomó un riesgo, tal vez necesario o innecesario y como tal tiene consecuencias.
Sin duda el confinamiento es un privilegio de pocos. Vivimos en una economía informal y una desigualdad social que obliga a la gente a exponerse, sabiendo que enfermar por coronavirus es una opción pero morir de hambre es una certeza.
Las cuarentenas sólo sirven en el inicio de una pandemia en la fase de preparación, ya en la fase de mitigación lo que sirve es vacunar. Tener que confinar se debería hacerse sectorizado, con efectivo control de movilidad y cercos epidemiológicos efectivos haciendo pruebas masivas.
Los toques de queda y cuarentenas generales son decisiones reactivas y transitorias como una medida de choque para frenar la interacción humana pero con un gran daño colateral económico y social.
No se debe y no se debió suspender medidas simples como: el control estricto de aforos, fomentar herramientas y estímulos al teletrabajo, horarios flexibles laborales, controles de movilidad, prueba PCR para los vuelos internacionales, entre otras.
Mientras logramos que haya vacunación masiva. porque la gran amenaza es que los linajes o variantes como la de Reino Unido, Sudáfrica o la Brasil sean los responsables de esta o de las próximas olas.
Virus más agresivos, más complejos y ante la falta de tratamiento efectivo traerán mayor mortalidad que afecta a una población más joven, que aún no está vacunada. A mayor número de casos ,mayor riesgo de variantes y pudiera traer más problemas, incluso inefectividad de la vacunas.
El plan de vacunación depende de que haya vacunas, las modificaciones de los esquemas como aplicar una sólida dosis de vacunas Pfizer a personas con infección documentada parece razonable.
La modificación de los intervalos de vacunación como Astrazeneca o Sinovac se hacen en casos de excepción y hasta que la casa comercial no soporte el cambio de dosis ante el Invima no se debería modificar.
Es ese instituto el que debe dar esas directrices de las dosificaciones y sus modificaciones por que es el ente que aprobó la vacuna, conoce los soportes para su uso y por eso deben ser ellos mismo los que analicen la información y modifiquen lo aprobado.
No dejar esta decisión trascendental en comités de expertos y que se conozcan por decretos o boletines de prensa, perdería credibilidad el Invima que solo sería un ente "aprobador" y los cambios significativos los haría los expertos del gobierno.
El plan de vacunación está bien diseñado pero como era de esperarse el protagonista no es el sector salud sino las entidades de control como Procuraduría o Contraloría. Las alertas y los titulares de la corrupción de la vacunación se volvieron noticia diaria.
Lo que debiera funcionar hoy con transparencia es cuestionado a diario. Es un plan lento por que somos compradores de vacunas y ni siquiera capaces de maquilar, es decir, envasar y alistar las vacunas como otros países de América Latina.
Debemos esperar a que las vacunas lleguen y que el recurso sea distribuido en forma equitativa, no debería haber castigo si un departamento se retrasa con la vacunación no entregándole vacunas, es interviniendo para que el sistema funcione, no deben pagar las consecuencias de la ineficiencia de los gobernantes locales, los ciudadanos que requieren vacunarse.
Otro punto es los cambios de intervalo entre dosis en las vacunas, ojalá estos cambios de los esquema sean por certeza técnica de mayor efectividad y no sean argumentos para hacer rendir el escaso recurso. Si la situación es modificar los esquemas por carencia del recurso que se diga con transparencia y se dé la argumentación técnica y no terminar tomando esa decisión matizada como ciencia.
Vienen semanas difíciles y si la lógica en la pandemia sigue, vendrán otros picos. Solo cambiará si se logra un tratamiento efectivo o una vacunación masiva y rápida. Porque ya demostramos que modificar el comportamiento humano no se logro ni con una pandemia.
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