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Así es la prisión Samui, donde está detenido chef que asesinó y desmembró a médico colombiano

Daniel Sancho está recluido allí tras el macabro homicidio del cirujano plástico Edwin Arrieta.

Prisión Samui
Por Agencia Periodismo Investigativo | Mar, 08/08/2023 - 06:21 Créditos: Suministrada

En la prisión provincial de Samui, Tailandia, la vida de Daniel Sancho, hijo del reconocido actor Rodolfo Sancho, se encuentra atrapada en condiciones insalubres, con hacinamiento y un sistema alimenticio deficiente. 

Desde este lunes, después de admitir el asesinato y desmembramiento del doctor colombiano Edwin Arrieta, Sancho enfrenta un encarcelamiento preventivo.

Con un futuro incierto, el joven chef de 29 años no gozará de las comodidades que tenía en el Haad Salad Villa, un lujoso hotel frente al mar, escenario del presunto crimen. 

Aunque la prisión de Samui, ubicada en una isla del Golfo de Tailandia, no es la más saturada y es relativamente "amable" dentro del sistema carcelario tailandés, las condiciones distan mucho de ser ideales.

Los días comienzan a las seis de la mañana, cuando un silbato ordena a los casi 800 reclusos, que comparten celdas con hasta 45 personas, presentarse para el recuento. La lucha por la higiene personal es ardua, con solo 16 duchas disponibles en ventanas de tres horas al día.

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El himno nacional retumba a las 8 de la mañana en el patio, mientras se abre una tienda que vende productos esenciales. Aquí, con el dinero que los familiares depositan en cuentas personales, los presos pueden comprar artículos básicos, como maquinillas de afeitar, necesarias para las audiencias judiciales.

Las visitas, permitidas entre semana, son una oportunidad para que los presos obtengan comida y agua, aunque Sancho tendrá que esperar 10 días por medidas sanitarias. Testimonios de exconvictos revelan que ya no hay camas en la prisión, solo mantas. Tres por preso, que deben servir como colchón, almohada y cobija.

La alimentación es precaria. El desayuno suele ser arroz y huesos de pollo, donde, con suerte, se encuentra algo de carne. Sin embargo, durante el almuerzo, se les permite a los reclusos pedir comida del exterior. 

Las tardes se pasan entre la lectura y un rudimentario gimnasio improvisado con bloques de cemento. La única televisión disponible ofrece programas tailandeses y, ocasionalmente, alguna película.

La noche es quizás el momento más difícil. Después de otra ración de arroz y huesos, el desafío de encontrar comodidad en las mantas se intensifica por la constante iluminación. En Samui, las luces nunca se apagan. Al amanecer, el ciclo comienza de nuevo, en un monótono y duro ritmo diario.

 

 

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