La pandemia de Covid-19 apagó los bombillos rojos de la principal zona de tolerancia de Bogotá, el barrio Santafe. Un lugar en donde históricamente no se conoce el miedo. Drogas, delincuencia, indigencia y prostitución han convivido por décadas.
Las rejas están abajo. La Piscina y El Castillo, los clubes nocturnos más populares, permanecen cerrados. Las trabajadoras sexuales deambulan con sus cuerpos desnudos en un intento por hacerse visibles en una sociedad que como ellas afirman “nos invisibilizan”.
Acá el virus no existe o al menos no importa. No en un lugar donde el único miedo es no conseguir el dinero diario para sobrevivir y mantener a sus familias.
Un recorrido efectuado por la Agencia de Periodismo Investigativo, API, entre la Avenida Caracas y la carrera 17 y las calles 19 y 24, evidencia que las medidas sanitarias expedidas por el gobierno y la Alcaldia de Bogotá para prevenir el contagio de un virus letal, que en el pais ya suma más de 140.000 contagios y 5.000 muertes, simplemente no se acatan.
Unos pocos utilizan tapabocas y casi ninguno respeta el distanciamiento de al menos dos metros que reza la norma. Ni que decir del lavado frecuente de manos o el uso del gel antibacterial.
Trabajadores sexuales, habitantes de calle, vendedores ambulantes, jíbaros y consumidores caminan muy cerca, miran atentos, gritan, ríen. Cada uno en su mundo, cada quien con su necesidad.
Cintas amarillas acordonan la zona. Patrulleros de la Policía apostados en las esquinas, vigilan sin poder hacer mucho. Los pagadiario ofrecen sus servicios entre las prostitutas.
Aquellos inquilinatos que viven del diario, pasaron de hospedar a venezolanos a alquilar sus habitaciones a trabajadoras sexuales y sus clientes.
Puertas de edificios oscuros y sobre la vía se abren y se cierran frenéticamente. Salen y entran mujeres. Niños se asoman por las ventanas y los vendedores ambulantes intentan capturar a cualquier transeúnte. Tinto y agua aromática ofrecen.
Todo es frenético en el centro. El comercio de plásticos, lavado de carros, reparación de lavadoras, licuadoras y electrodomésticos y por su puesto el comercio del sexo. Todo aglutinado en pocas cuadras.
La pandemia destruyó los servicios sexuales, dice la vocera del único sindicato de este tipo del país. “No contamos con el apoyo del gobierno. Para la población que ejerce el trabajo sexual no existe seguridad, protección, ni garantías de derechos y parece que no existiéramos”, afirma con su tono recio Fidelia Suárez.
Advierte que no han recibido nada, ni siquiera un mercado. Dice que la sociedad y el gobierno las ve como un cero a la izquierda, “solamente se acuerdan de nuestra población en los tiempos de su politiquería”.
Han tenido que recurrir a la empresa privada para sobrevivir. La empresa Avicol, asegura les donó mil kilos de pechuga de pollo, otras empresas pañales para niños y adultos, así como ropa de primera y segunda.
Las trabajadoras sexuales del lugar advierten que no cumplen con las medidas de seguridad no porque no quieran, simplemente porque no tienen cómo hacerlo.
“Para el presidente Duque y la alcaldesa Claudia López es muy fácil decir quédense en casa, trabaje desde la casa. Las deudas, las obligaciones y el hambre no dan espera. Muchas de nuestras compañeras no pueden comprar un tapabocas que en la calle se consigue por $1.000 pesos”, afirma la vocera.
Otras mujeres entrevistadas por la Agencia de Periodismo Investigativo, API, aseguran que no es posible acatar la medida de aislamiento obligatorio o cuarentena que empieza a regir el lunes, adoptarán medidas para continuar realizando trabajo sexual de alguna manera.
“Estamos expuestas pero estamos trabajando,ejerciendo el trabajo sexual. Así sea con la Policía que este hostigando persiguiendo y todo tenemos que estar creándonos esas estrategias, como qué nos llama el cliente, que lo voy a buscar, de qué nos vemos en otro lado. Aquí en el sector del Santafe, la Policía sabe que no puede ni con la población que ejerce el trabajo sexual, ni con la población que está en la calle, ni con los vendedores informales, porque nadie ha contado con el apoyo del gobierno”, enfatiza, Suárez.
Justamente, esta zona de tolerancia como parte de la localidad de Los Mártires, entrará en cuarentena a partir de este lunes 13 de julio. Sin embargo, será una de las zonas más difíciles de mantener el cumplimiento a la disposición local.
Para el año 2009, este barrio tenia 350 locales de prostitución y 3.500 trabajadoras sexuales. Pero este panorama ha sido modificado por la avalancha de migrantes venezolanos que ejercen la prostitución en este lugar.
Pero las estadísticas de las autoridades son muy distintas a las del gremio de trabajadoras sexuales. Según el sindicato, en Colombia hay más de cuatro millones de personas ejerciendo la prostitución y de estas cerca de un millón están en Bogotá. Y de este, un número significativo ejerce en la principal zona de tolerancia de la ciudad.
El Santafe fue declarado como zona de alto impacto de Bogotá por la administración del alcalde Antanas Mockus, el propósito era organizar esta zona que desde mediados del siglo pasado pasó de ser un pomposo barrio de arquitectura republicana y de asentamientos judios a una localidad de moteles, inquilinatos y luego prostitución.
“Nosotros pedimos ayuda a la oficina de Integración Social. Lo único que hicieron fue el 21 de marzo, donarnos 50 paquetes alimentarios y somos un millón de personas ejerciendo trabajo sexual”. Indicó la vocera de las trabajadoras sexuales.
Será un verdadero reto para el gobierno nacional y local hacer cumplir la cuarentena en esta zona de Bogotá en donde confluyen los problemas del pais, entre esos, los contagios por Covid-19 que ya se acercan a mil.